viernes, 3 de julio de 2009

Suspiros de estación

En la estación, la chica aguardaba junto a la maleta. Miraba hacia todos los lados, esperando ver aparecer de un momento a otro a Dorian corriendo por la esquina. Sabía que él era así de despistado, pero ¿podría olvidarse de que ese día ella salía de la estación de tren y que no volvería en años? Suspiró y llevó su maleta hacia un banco, en el que ella se sentó a esperar.



Dorian se puso los pantalones a toda prisa. Se ató las zapatillas como pudo y después eligió una camiseta al azar. No tenía tiempo para andar mirando qué camiseta sería la más adecuada para una despedida como aquella. Miró el reloj de su muñeca. Las once y cuarto. Si se daba prisa quizá llegaba a la estación justo para coger a Miriam de la muñeca y decirle eso que tanto deseaba decirle desde hacía tanto tiempo.

Quería decirla que la quería, pero no sabía si era el mejor momento. Ella se iba a marchar a Nueva York y estaría allí unos cuantos años, tres como mínimo, en una academia de danza de las mejores. Ella quería bailar y aseguraba que si quería ser alguien, tenía que pasar algún tiempo en esa academia. Nueva York no estaba tan cerca como podía estar París y los vuelos cruzando el Atlántico no eran precisamente baratos; las posibilidades de que se vieran durante aquellos años eran casi nulas, contando con que Miriam no iba a volver a Inglaterra para Navidad. Ningún año.

Cuando salió por la puerta ni se había peinado. ¿Qué más daba? No podía perder el tiempo y no creyó que a Miriam la importaba verle despeinado. Corrió por la calle y se encontró a su madre, que le gritó que dónde iba. Pero Dorian no escuchaba nada, salvo los latidos de su corazón y una voz en la cabeza que repetía el nombre de ella.



Ya había llegado el tren. No tardaría en subir a él y Dorian seguía sin aparecer. Se levantó lentamente y arrastró la maleta hasta la puerta del tren. Con ayuda de otro pasajero, consiguió subirla hasta el vagón. Después subió ella y, sin entrar del todo, volvió a mirar hacia los lados, por si Dorian aparecía en ese preciso momento. Pero no apareció.

Entró del todo en el tren y se sentó en su asiento, después de colocar la maleta en la rejilla sobre su cabeza. Se puso los cascos y empezó a escuchar música para evadirse del mundo que la rodeaba. Pero la sonrisa y la mirada de Dorian no se le iban de la cabeza. ¿Realmente aguantaría tanto tiempo sin ver a la única persona a quien ella quería?



Dorian corrió como alma que lleva el diablo hasta entrar por la puerta de la estación. Una vez allí, se dirigió al andén adecuado y observó cómo el tren todavía estaba parado. Recorrió todo el tren buscando a Miriam y la encontró en el último vagón, soltando unas discretas lágrimas, tan discretas como ella. Golpeó el cristal y Miriam le miró. Al principio no se lo creía, pero después se pegó a la ventana.

- ¡Te quiero! -gritó Dorian, a sabiendas de que Miriam no le oiría. Pero necesitaba decirlo, gritarlo para que se enterara el mundo.



Miriam no se lo creía cuando vio a Dorian pegado al cristal. La gritaba algo, pero ella no acertaba a escucharlo. Se limitó a leerle los labios y lo que leyó le dejó sin respiración.

En ese momento el tren se puso en marcha. Dorian seguía con la mano pegada al cristal de la ventanilla y Miriam luchaba por seguir viendo su rostro, hasta que el tren fuera tan rápido que él no pudiese seguir su ritmo. La mano de Dorian cada vez fue quedando más atrás hasta que la mano y él desaparecieron totalmente de la vista de la chica. Se derrumbó en su asiento, todavía sin creerse lo que había leído de los labios de Dorian.

¿Él la quería? Se sintió estúpida.



Shurha

2 comentarios:

Indy dijo...

Es casi gracioso. A veces parece que decir "te quiero" es como firmar nuestra sentencia de muerte. Son ocho letras, dos palabras, que pueden destrozar una vida o hacerla perfecta... será por eso que nos cuesta tanto decirlas.

Lo malo es que a veces nos dan tanto miedo que no las decimos a tiempo, y por eso perdemos lo que se puede convertir en lo más importante de nuestras vidas...

Ay, el amor. Qué jodido, ¿verdad?

Te quiero (y no me da miedo decírtelo).

Indy dijo...

Dobleposteo. ¡Yuhu! Como respuesta a tu comentario xD

La verdad es que la frase la saqué de tu fotolog. Tengo ganas de que te quedes a dormir a casa, mis papás ya han dado el visto bueno :)

Gracias por los buenos deseos ^^ Ya estoy en Pamplona =D

Te quiero (L)