viernes, 12 de junio de 2009

Querido...

Querido Pablo:

Esto me va a resultar mucho más difícil de lo que yo hubiera podido prever. Sé que me puedes considerar una cobarde por estar diciendo esto en una carta y no cara a cara, donde podría ver tu reacción, tus ojos, tu boca. Pero supongo que tienes razón si me llamas cobarde, porque realmente creo que lo soy. No me he atrevido antes a decirte lo que te voy a decir por miedo, un miedo irracional que me llevaba a llorar en silencio y a soportar todo aquello que no me gustaba sin pronunciar una sola palabra. Pero ahora... ahora todo ha cambiado. No sé (ni quiero saberlo) qué me ha llevado a abrir por fin el corazón y confesarte todo.

¿Recuerdas cuando nos besamos por primera vez? Los dos coincidimos en que habíamos sentido algo en nuestro interior, como una especie de peligrosa llama que empezaba a quemar nuestro corazón. Los dos también coincidimos en dejar que esa llama quemara del todo nuestro corazón, nuestra alma e inhabilitara nuestra mente. Era arriesgado, lo sabíamos, pero ante nosotros estaba esa oportunidad preciosa de abandonar nuestras monótonas vidas y embarcarnos en esa aventura que tanto tiempo habíamos deseado. El tiempo se encargaría de hacer perdurar la llama que, poco a poco, crecía en nuestros corazones.

Y desde entonces ya han pasado tres largos años. La aventura continua, de eso estoy completamente segura cada día que me despierto a tu lado y te veo dormir plácidamente. Pero creo que para mí ya se ha hecho muy tarde. Yo nunca fui aficionada a los viajes a largo plazo y creo que mi tiempo aquí se ha acabado. Me duele, pero creo que todo tiene su fin y el mío ha llegado en este momento. Todos los libros tienen una última página, ¿no? La mía es esta carta.

Odio hacerlo de esta manera. Me gustaría poder haber visto tus ojos, esos ojos que tanto amé, cuando hubieses leído estas líneas. Pero me temo que no soy lo suficientemente valiente de momento como para enfrentarme a mis miedo. A veces me pregunto cuando será el momento de enmendar todos los errores que cometí, cometo y cometeré. Todavía no lo sé. Pero creo que cuando ese momento llegué, volveré a donde estás tú y te pediré perdón por todo lo que te estoy haciendo en estos momentos. Ojalá no fuera tan cobarde. Si no lo fuera, estoy segura de que nuestra historia podría haber continuado o que, de no haber continuado, no estaría diciéndolo en una fría e insensible carta. Al fin y al cabo, los papeles no pueden transmitir los sentimientos tal y como el escritor lo siente. Un papel no puede enseñarte las lágrimas que podría estar derramando ahora mismo, o la desesperación que podría estar pagando con mi bolígrafo.

Siento ser así, pero supongo que me amaste como soy y yo te he amado todo lo que mi tiempo me ha permitido. Y si algún día volvemos a encontrarnos, te permitiré que no me hables; no te guardaré ningún rencor si no me diriges la palabra. Lo veré como lo más normal del mundo. Si así lo deseas, volveremos a ser esos desconocidos en cuyos corazones nunca despertó esa llama que tanto duele.

Supongo que este es un buen momento para decir adiós.

Con cariño.
Paula




Shurha

No hay comentarios: