domingo, 21 de junio de 2009

Los pantalones sobre la silla

Muchas veces me he preguntado qué es lo que siento cuando hago el amor con hombres que ni siquiera conozco. Y nunca he encontrado la respuesta que buscaba. Quizá si un amago de respuesta, un vago recuerdo de aquella primera vez -tan dulce y tan torpe- que todos queremos mantener fresca en nuestros recuerdos. Pero nunca, nunca, encontré una respuesta clara.

Quizá mi oficio no me ha permitido sentir más allá de la obligación en la que me encontraba al salir a la calle y poner mi cuerpo al servicio de los viandantes sedientos. Pero creo que fue cuando dejé de sentir esa casi placentera obligación, me planteé dejarlo. Y lo dejé, pues si no me gustaba y podía decidir, ¿para qué seguir? Me enfundé aquellos pantalones que tanto hacía que no me ponía, me abroché los botones de la camisa más de lo que solía y calcé zapatos bajos, para pasar desapercibida. Pero mi determinación al andar y mi soltura al mirar me volvieron a ganar una partida que yo no quería perder.

Volví a acabar en la cama con un hombre que no conocía de nada. Tan sólo unas miradas, unas sonrisas y una copa en la barra de un bar elegido al azar.

-¿Te llamabas...?

-Amber, ¿y tú?

-Max.

Encantados de conocernos, un par de paseos y acabamos enredados entre sábanas traicioneras y besos que acabé odiando. Pensé que sería como los demás, que se marcharía al amanecer dejando sobre la mesilla de noche algo de dinero, el que pensaba que me merecía por lo que había hecho. Pero cuando me levanté, él no estaba pero sus pantalones seguían mal colgados de la silla de al lado de la ventana. O se había ido en calzoncillos o seguía en mi casa.

Y si, seguía en mi casa. En la cocina, para ser más exactos. Y si, estaba en calzoncillos. Con una sartén en la mano se giró y me miró a los ojos. Enarbolando una sonrisa encantadora, me dijo:

-Es que me parece que quiero pasar una temporada contigo...

Al no estar acostumbrada, al ver a ese hombre que no conocía de nada decirme que quería ser parte de mi vida durante una temporada me emocioné. Al principio aquello fue tan sólo sexo y risas, copas a la luz de las velas sentados en el sofá, una simple amistad con derecho a roce. Con él olvidé mi anterior ocupación y me busqué algo más "decente" a los ojos del gobierno. Pero todo hubiera ido mejor si lo nuestro no hubiera pasado de una amistad como la que teníamos. Las cosas se complicaron el día en que me dijo que se había enamorado de mí. Y se complicaron más aún cuando yo me di cuenta que me pasaba lo mismo.

Y entonces, cuando por fin hice el amor con alguien que no era un simple desconocido, descubrí la respuesta a la pregunta que tantas veces me había formulado a mí misma.

"No sé qué sentiría, pero esto desde luego no"



Shurha

1 comentario:

Estrella dijo...

Hija mía, pero que imaginación tienes!
Y lo más bonito es que la usas con palabras preciosas llenas de sentido.
Me ha gustado mucho!
Un besin