domingo, 24 de mayo de 2009

~ruido de cristales rotos


El ruido de cristales rotos bajo los pies retumbaba mis oídos, a la vez que el eco de las bombas todavía quedaba en ese cielo plomizo. La gente paseaba, indiferente al macabro espectáculo que se alzaba ante sus ojos. Cuerpos. Muchos cuerpos. Cientos de cuerpos. Ensangrentados. Muertos. Asesinados. Mancillados.
Y, todo esto, simplemente, por haber nacido en un lugar como ese. Por haber nacido entre el ruido de los disparos y el tronar de las bombas en el cielo. Por haber nacido de la ira y el odio, sus únicos padres. Por haber sido víctimas de una guerra que no iba con ellos.
Guerra.
Esa cruel compañera de mucha gente, pero de pocas personas. No son personas lo que participa en esa batalla. No saben lo que provocan, que no saben lo que duele lo que están haciendo.
Esa palabra que desata compasión en los labios del resto del mundo, pero contra la que nadie lucha. Y, los que luchan, lo único que consiguen es acrecentar el lamentable estado actual.
¿Por qué? ¿Por qué el ser humano solo sabe responder con la misma moneda de cambio, el dolor? ¿Por qué la naturaleza del ser humano es la violencia sin sentido, la violencia que solo responde a una violencia anterior? ¿Por qué? ¿Por qué?
Por más que esas preguntas resuenan en mi cabeza, lo único que consigo es aumentar el desconcierto de mí misma, aumentar la impotencia que surge cada vez que oigo el mismo grito de desesperación de la madre que ha perdido a su hijo, de la esposa que ha perdido a su marido, del niño que ha perdido a su padre.
Y nos llamamos sociedad civilizada...
El ruido de cristales rotos bajo los pies retumbaba mis oídos, a la vez que el eco de las bombas todavía quedaba en ese cielo plomizo.


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Es una de mis máximas... y una de mis eternas preguntas; el porqué de la guerra. No me gusta. Nada. Pero supongo que una sola persona no puede hacer nada para evitarlo. Aunque, si nos juntáramos unos cuantos, conseguiríamos algo. Si, entonces si que conseguiríamos algo...


Shurha

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