martes, 26 de mayo de 2009

¿Quién habló de la ilegalidad del amor?

Ella era aquella persona con grandes planes de futuro, una buena familia, una buena educación. Sencilla, modesta y dulce, hacía de su manera de ser su mayor virtud. Obediente e inocente, nunca pensó que algo así la pasaría a ella. Pero es que no comprendía que no podría huir de algo tan grande y a la vez tan maravilloso como aquello: el Amor.

Él era lo que los demás denominaban "mala influencia". Había crecido en los barrios bajos. ¿Y qué? Se había educado entre navajas, manos largas y carreras a las tres de la mañana bajo la lluvia castigadora. ¿Y qué? Hacía de sus habilidades su forma de vida y de sus supuestas carencias el escudo contra la sociedad que lo condenaba. Él deseaba que algo así le pasara, pues quería demostrar al mundo que incluso el Amor estaba al alcance de las manos de alguien como él.

Se encontraron y sus miradas quedaron unidas durante un pequeño momento. Pero, ¿qué es el tiempo en esos casos? Puede ser un segundo o todo un mundo. Y para ellos lo fue todo. Y, como en otras historias, el tiempo escribió el resto y el final.

Se amaban. Se amaban tanto que no eran capaces de contenerse. Querían decirlo, querían gritarlo, proclamarlo, hacer que todo el mundo supiera que nadie era capaz de escapar a lo que ellos sentían. Pero el mundo les dio la espalda. El mundo les miró con odio y vergüenza. Los padres de ella dijeron que él era una mala influencia; los padres de él dijeron que ella traería problemas. Los amigos de ella dijeron que estaba loca; los amigos de él dijeron que no se podían creer que se hubiera enamorado. La sociedad entera les gritaba que no podía ser. Pero ellos no querían creerlo. Sabían que no estaba prohibido. Sabían que no era ilegal.

Era la sociedad la que les quería hacer creer que lo suyo no podía ser. Eran ellos quien querían condenar algo tan sencillo y primitivo como un sentimiento. Su sentimiento. Y no lo comprendían. Así que huyeron. Huyeron a un lugar donde nadie podría poner cadenas a aquello que debía volar.

Porque, al fin y al cabo, en el Principio nadie habló de que el Amor fuera ilegal...



Shurha

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