La joven corría por las calles oscuras y desiertas de la ciudad, sin dejar de mirar hacia atrás. Hacía tiempo que los había perdido de vista, pero sabía que sus hombres eran muy hábiles y la podían estar siguiendo en la oscuridad. Así que no dejó de correr, buscando un lugar seguro que, seguramente, no encontraría. Aquella ciudad era una ratonera y ella lo sabía perfectamente. Pero lo que tenía claro era que no iba a quedarse mirando cómo aquellos hombres uniformados la cogían y la interrogaban brutalmente. Aunque fuera prácticamente imposible, ella intentaría escapar. Pensaba que al menos tenía una mínima posibilidad.
Se internó en un callejón que conocía muy bien. Era parte de su barrio y del atajo que cogía antes para llegar a su casa. Ahora podía ser peligroso, pero tenía la esperanza de que ellos no lo tuvieran como una trampa para rebeldes. Llegaba por la mitad del callejón, confiando en su memoria (ya que no veía nada, aunque el callejón gozaba de algo de luz procedente de una farola de una calle cercana)cuando se chocó con un obstáculo que, juraba, el día anterior no estaba ahí. Retrocedió, aturdida, e intentó ver qué era con lo que se había chocado. La figura salió de la oscuridad y, antes de enseñar la cara, la joven pudo ver un uniforme de soldado que temía y conocía muy bien.
Intentó escapar, pero unos fuertes brazos la agarraron antes. Pensó que estaba atrapada, que ese era su final. Todo lo que había hecho, todo lo que había huido y luchado no había servido para nada. Bueno, no. Para algo habría servido. Entonces escuchó una voz conocida, una voz que le había susurrado al oído para que nadie, salvo ella, escuchara lo que tenía que decirle.
- Espera, Karen, espera -los ojos de la joven casi se salen de sus órbitas cuando escuchó la voz susurrar esa súplica. Se giró como pudo y miró a esos ojos que tanto había mirado en la clandestinidad. Delante de ella estaba Robert, un oficial del ejército enemigo, pero él no era ni mucho menos eso. Ni siquiera sabía cómo, se le había encontrado una vez en un pub. Habían estado hablando y algo había surgido entre ellos. Ninguno de los dos sabía en un principio quién era el otro ni les importaba; para lo que querían, eso era lo de menos. Pero la cosa se les fue yendo de las manos y llegaron hasta una situación en la que los dos habían caído profundamente enamorados del otro. Fue entonces cuando ella descubrió que él era un alto cargo del ejército y él descubrió que ella era un importante pilar de la resistencia. Pero a ninguno de los dos les importó y decidieron seguir con lo que fuera que tenían en secreto.
- Robert, me has dado un susto de muerte -dijo Karen, abrazando al oficial.
- Lo siento, mi pequeña, pero he venido a advertirte.
Karen se separó de Robert. Le miró preocupada. ¿Advertirla? ¿De qué quería advertirla? No habló. Esperó a que el oficial dijera por sí mismo aquello que tenía que decirla. Ella esperaría pacientemente y después actuaría; estaba acostumbrada.
- Mis superiores sospechan de mí... y sospechan de ti. Si fuera únicamente de mí sólo te lo diría y te diría que no te preocuparas demasiado, que ya me encargaría yo de solucionar las cosas. Pero en esto también estás implicada tú y eso es lo que no quiero. He intentando hacer que todo se dejara un poco de lado con mi influencia, pero no he podido. Están convencidos de que hay algo que no conocen y eso les molesta.
- ¿Y qué quieres que haga? -dijo Karen, creyendo que era el mejor momento para intervenir.
- Sal del país, ve a un lugar en el que estés segura y espera. Yo iré contigo cuando todo se haya calmado y nos marcharemos lejos, muy lejos, los dos juntos.
Confiaba en él plenamente, pero ¿cómo saber que no mentía? ¿Cómo saber que a la salida del país no iban a estar esperándola unos soldados con instrucciones expresas de cogerla? ¿Cómo saber que Robert no la estaba conduciendo a una trama premeditada? Y, además ¿cómo podría saber él dónde se refugiaría Karen?
- Quiero confiar en ti, pero estos últimos años he aprendido en no confiar en nadie.
- Haces bien en no confiar en mí. Haces bien en no confiar en nadie. Pero creo que, en estos casos, puedes confiar en que quiero lo mejor para ti y, también, para mí.
Karen se quedó en silencio. Seguramente Robert tenía razón. Debería salir del país cuanto antes y refugiarse en algún lugar seguro. El hecho de esperarle o no, eso lo diría el tiempo; si pasaba mucho tiempo y se cansaba, decidiría no esperarle. Suspiró profundamente y le miró a los ojos de nuevo, sabiendo que aquella podía ser la última vez que vería aquellos profundos pozos negros.
- Prométeme que vendrás a por mí. Prométemelo y entonces me marcharé del país, por nuestra seguridad y nuestro futuro. Por mucho que me duela dejarte atrás.
- Te lo prometo -Robert se inclinó hacia ella y le dejó un beso en la comisura de la boca-. Ahora vete, corre hacia un lugar seguro. Márchate cuanto antes, Karen. Y espérame allá dónde estés.
Karen le volvió a mirar a los ojos y después hecho a correr por el callejón hacia su refugio provisional. No miró atrás. No quería mirar hacia el lugar donde se hallaba Robert, porque sabía que si lo hacía no tendría fuerzas para seguir adelante; la certeza de que le estaba abandonando sería más fuerte si le veía esperando a que ella desapareciera por entre las sombras y las callejuelas. Además, tampoco quería que Robert viera el reflejo de las lágrimas que corrían, más rápidas que ella, por sus rosadas mejillas.
Shurha
2 comentarios:
Parece ser que por fin te puedo comentar :3
Te quiero mi cantante ^^
¡¡Que bien me escribes!!
Konnichiwa!!!
Al fin puedo dejarte un comentario!! Yo que estaba preocupada pensando en mi incompetencia frente al ordenador...
Hmm...que decir, pues hace ya un par de días que me leí el texto y la verdad es que me encantó, te quedas con las ganas de conocer algo sobre sus vidas. Entra dentro de las despedidas tristes que tanto me gustan pero que tan amargas me saben. Pobrecillos...
Sigue escribiendo!! =3
XaO!!!
Chuu!!!
.:_-.Blacky-Snowie.-_:.
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