Sabía por el ruido que hacían sus medias al rozar la una contra la otra que Tara seguía en la habitación. Podía imaginarse cómo le miraba con los ojos achinados de odio y resentimiento mientras cruzaba y entrecruzaba las piernas, sentada como estaba en la banqueta alta junto a la encimera del mini bar. Se llevó el perfil del vaso a los labios y probó un poco del whisky que le había servido. Era su quinta copa y, aunque desde el primer momento había descubierto que era malo con avaricia, seguía bebiéndolo; no había nada más en el mini bar que le gustara.
-Todavía no me has dicho a qué has venido –murmuró Tara, rompiendo el silencio; las carcajadas del piso de arriba habían parado.
-No te lo pienso decir, Tara, así que no insistas.
-¿Por qué eres tan borde, Connor? –a sus espaldas oyó el sonido del roce de las medias de Tara; se la imaginó cruzando y descruzando las piernas, digna de la mismísima Sharon Stone en Instinto básico.
-¿Y tú por qué hablas tanto? –un trago más, y se sentía un poquito más cerca de la total inconsciencia-. ¿Dónde está Kim?
-Vaya, algo que no es una bordería… -oyó cómo se bajaba de la banqueta y caminaba lentamente hacia él. Cada vez oía los pasos más cerca, hasta que se pararon, supuso que justo a sus espaldas. Notó cómo una mano bajaba lentamente por su hombro hacia su pecho, acariciándole por encima de la camisa. La mano se separó de su cuerpo sin que él se inmutara lo más mínimo-. Está arriba, con un cliente que ha pagado una buena cantidad para pasar la noche entera con ella. Sabes que lo vale.
Los pasos de Tara se dirigían hacia el lateral del sofá, seguramente dispuesta a darle la vuelta. A Connor le daba igual que Kim valiera todo el dinero que ese hombre había pagado por ella, sino que iba a estar toda la noche con él. A pesar de todo, su cara no cambió de expresión.
La chica apareció a su lado, subida en sus altos tacones y con la piel brillando por un sudor perlado; Connor se dio cuenta en ese momento de que hacía mucho calor, de que el ambiente estaba viciado, de que estaba impregnado de sudor y que la ventana del salón ni siquiera estaba abierta. Tara se fue acercando a él mientras se llevaba el vaso a los labios.
-¿Toda la noche? –inquirió él.
-Cada segundo.
-¿Ha pagado todo ya?
-Cada céntimo.
Tara se bebió lo que quedaba de whisky en el vaso de un trago; los hielos tintinearon cuando lo dejó sobre la mesa de cristal frente a ellos. La mirada de Connor fue directamente al cuerpo de la chica, enfundado en satén rojo, ajustado. No pudo evitar imaginarse a sí mismo arrancándole el vestido con fuerza y acariciando aquella piel morena que brillaba por el sudor traicionero.
Se acercó a él. Connor la miró.
-Hace mucho que no nos acostamos –ronroneó.
-No he venido a eso, Tara.
-Lo sé. Pero ya que Kim está ocupada, puedes aprovechar. Es un día de diario y pronto, así que no tendremos muchos clientes. No tendré que atender la barra. Además, una de las chicas tiene el día libre y hay una habitación vacía…
Tara se sentó a su lado. Su perfume era intenso y sí era cierto que hacía mucho que los dos no hacían el amor, principalmente porque llevaba mucho tiempo sin ir al burdel.
-Además, sabes que a ti no te cobramos. Eres amigo de Kim y estrictamente yo no soy una chica de Margot.
-Trabajas para ella –la mano de la chica se posó en su muslo y él pudo sentir cómo le miraba con avidez. Intentó permanecer impasible, pero con aquellos ojos oscuros mirándole, aquellos labios redondos y carnosos, aquellas piernas que se pegaban a él, aquella piel que rezumaba perfume penetrante, la misión era imposible.
-Pero a mí no me pagan por acostarme con hombres.
El choque de sus labios fue brutal, casi hasta doloroso.
Shurha.
1 comentario:
I met a girl who hated the world
she used her body to sell her soul...
Putas y borrachos, una gran combinación. Te sigo leyendo con avidez, mi cantante.
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