La botella de whisky vacía estaba tumbada sobre la alfombra, y había otra a medias encima de la mesita de cristal, con el tapón al lado. Connor hacía horas que se había tumbado en el sofá, con el vaso encima del estómago vacío. Lo miraba como quien mira a una mujer hermosa en un bar, rodeada del humo del tabaco y velada por el alcohol. Achinaba los ojos, como si eso le ayudara a distinguir bien las figuras.
Hacía tiempo que estaba completamente borracho y creía que no había caído ya dormido o inconsciente por su problema de insomnio. La cabeza le daba vueltas, pero él seguía mirando el vaso de whisky, con tan sólo un resto de alcohol, como si no lo viera doble. La televisión le gritaba; una mujer rubia, sentada ante una mesa de madera demasiado grande, presentaba las noticias del mediodía. Estaba hablando de los atascos en las carreteras del país.
-Como si eso me importara, zorra –le dijo a la mujer del telediario-. Me la sudan los atascos en las autovías… no son más que mierda. Más mierda.
No sabía ni lo que decía, tal era su grado de embriaguez. Podría haber gritado cualquier barbaridad a la vecina de arriba, que hacía el amor con su marido todos los días a las cinco y media de la tarde, cuando éste volvía de trabajar. O al niño de enfrente, que se levantaba todos los días a las siete de la mañana y gritaba por toda la casa, pidiendo a su madre que le prepara el desayuno o le sacara la camisa del uniforme del altillo del armario.
-Que se vayan todos a la mierda… No son los únicos que tienen problemas.
Se bebió el suspiro que quedaba de whisky en el vaso y lo dejó con fuerza encima de la mesa de cristal; tanta que el líquido de la botella se movió ligeramente.
Por un leve instante deseó que Kim estuviera allí para gritarle un par de cosas. Miró a la presentadora de la televisión y, de repente, vio que era ella, su amiga, aquella prostituta que se vendía a cualquiera y que no era capaz de regalarle una sola noche, de forma altruista. Zorra. Era una zorra. Y en todos los sentidos. No podía llegar a odiarla; de hecho, la quería más que a nadie. Pero eso no quitaba que fuera una zorra de las grandes y que la guardara rencor por lo de la noche anterior. Se le antojó que Kim, al otro lado de la pantalla de la televisión, sonreía, burlándose de él.
-¿Te diviertes? –Connor se levantó, tambaleándose ligeramente cuando puso los pies en el suelo-. ¿Todo esto te hace gracia? Claro… seguro que ahora mismo estás en esa asquerosa buhardilla tuya regocijándote encima de tu cama…
Estaba completa e irremediablemente borracho.
-¿Sabes una cosa, Kim? –señaló al televisor con un dedo tembloroso y achinando los ojos, como si eso le ayudara a identificar a Kim en la presentadora de los informativos-. Que te den, zorra. Y que te den bien fuerte, además. Ya estoy hasta los cojones de salir babeando cada vez que apareces en mi apartamento. Que te den.
Se dejó caer sobre el sofá cuan largo era. El vaso se le cayó al suelo y rebotó en la alfombra, yendo a parar junto a la botella vacía de whisky.
-Si… que te den.
1 comentario:
Antes que nada... ¿REVOTÓ? ¬¬
Dicho esto, xD, y dejando aparte el pequeño lapsus, pobre Connor, pero buen capítulo.
Por cierto, le he dado un vistazo a tu otro blog, pero no me deja comentar.
(L)U :)
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