martes, 12 de octubre de 2010

05. Café con leche y donuts

Se podía decir que Kim era la mejor (y única) amiga de Connor. El cómo le soportaba sus comentarios bordes y sus malos modales todavía era un misterio. Kim había sido el principal blanco de todas sus bromas, de todos los comentarios fuera de lugar, de todas las cosas que decía borracho, de sus malos actos. Pero ella, aun habiendo sido la principal perjudicada en esa relación, seguía al pie del cañón. Era incansable y, en el fondo, seguía teniendo una pequeña fe en que, en algún momento de su vida, Connor dejaría la bebida, las drogas, los somníferos y las mujeres para sentar la cabeza. Al fin y al cabo, tenía veintitrés años mal cumplidos y le quedaba toda una vida por delante.

Ambos se sentaron a la mesa y apartaron el jarrón para poder verse. Durante la primera media hora no cruzaron más de cinco palabras seguidas cada uno; la conversación entre ellos casi siempre era nula. Kim perdía la mirada más allá de la ventana de la amplia terraza y Connor la perdía entre los pechos pequeños de su amiga. No podía evitarlo.

-¿Has pensado en decorar esta casa? –preguntó Kim mientras se llevaba su donut a la boca para pegarle un pequeño mordisco.

-No –dijo solamente Connor, y dio un trago a su café.

-Venga ya. Tienes dinero de sobra y sólo te lo gastas en mujeres, alcohol y drogas. Podrías invertir un poco de ese dinero en este apartamento.

-Prefiero seguir gastándomelo en mis caprichos.

-Caprichos estúpidos.

Una sola mirada fulminante bastó para que Kim se callara y pusiera toda la atención en su donut de chocolate. Se quedó en silencio durante unos diez minutos y cuando decidió volver a hablar, el café había desaparecido de su vaso y de los donuts sólo quedaban las migas encima de la mesa.

-¿Haces algo esta tarde? Podríamos ir al cine antes de que tenga que entrar al trabajo.

-Pensaba salir –Connor se levantó y, de un rincón de la cocina, cogió un paquete de tabaco. Sacó un cigarrillo y, acariciándolo casi con cariño, se lo metió a la boca y lo encendió.

-Pero si es lunes…

-¿Eso me ha parado alguna vez?

-Debería.

-Pues no lo hace –dio una calada larga y el humo se escapó en finos hilos blanquecinos por las comisuras de su boca. Alargó la cajetilla de tabaco a Kim y ésta, alargando el brazo, cogió un cigarrillo. Connor le ofreció el mechero.

-Como amiga es mi obligación decirte…

-Que mis hábitos de vida no son buenos, ya lo sé. ¿Y qué? A mí me gustan. No hay más que discutir.

-Deberías estudiar.

-Lo intenté. No es lo mío, ¿recuerdas? Tú estabas allí.

-Todavía sigo creyendo que no lo intentaste lo suficiente.

-Bah.

Volvió a dar una calada profunda y larga en la que casi sintió cómo los pulmones se le llenaban de humo. Y, mientras lo echaba, se marchó de la cocina arrastrando los pies descalzos por las baldosas. Kim resopló.




Cris.

1 comentario:

Indy dijo...

Ah, Connor. Por qué será que me suena este tipo de personaje.
De todas maneras, has picado mi curiosidad. Al contrario que a la mayoría de mortales, me atraen los ritmos lentos en las historias.

Quiero más :D