Nunca pensaste que llegarías a quererle tanto. Y tampoco que llegarías a amarle. ¿Cómo era posible? Un chico tan poco parecido a ti, que frecuentaba todos aquellos círculos que tú ni te atrevías a mencionar, por miedo, que tenía todos aquellos sueños. Tú, en vez de tener sueños, tenías hechos.
Tenías todo lo que querías, excepto alguien que te quisiera. Sentías una especie de vacío en el corazón, como si te faltara algo. Quizá lo que te faltaba eran unos brazos que te pudieran abrazar cuando tú más lo necesitases. Pero, desgraciadamente, eso el dinero no lo puede comprar.
Y, sin saber muy bien cómo, fijaste tus ojos mimados en aquellas gafas viejas y en aquel flequillo despeinado por el viento. Pero en el mismo momento en que sonreíste al verle, supiste que aquello no podía ser. Él era un chico de la calle. Tú, una especie de dama moderna. Y lo que os separaba era demasiado grande: una frontera de siglos de clases sociales.
Quizá era tu orgullo de casta lo que te tiraba hacia casa. Sabías que te atraía, pero no querías reconocerlo. Para contrarrestarlo, gritabas que eras mejor e incapaz de fijarte en alguien como él. ¡Pero bien sabe tu almohada por tus lágrimas nocturnas que no era cierto! Era tan sólo una tapadera para aliviar el dolor de saber que, aunque no te creyeras ni mejor ni superior, juntar vuestros labios era prácticamente imposible. ¿Cómo se iba a imponer él una meta tan alta?
Pero así lo hizo. Un día, paseando por las calles que cada vez te parecían más tristes, vuestras miradas se encontraron y él se quedó parado en medio de la acera. Te detuviste a su lado y le miraste a los ojos. Él te respondió a la mirada con una sonrisa.
Y en ese momento te sentiste capaz de borrar y derribar todas las barreras que los siglos habían construido entre vosotros.
1 comentario:
Me gusta mucho tu texto, he leído otros por ahí tuyos, son <3
Y si, soy yo, y si, he comenzado el blog, por fin aunque no creo que sea muy habitual.
bye
Publicar un comentario